domenica 2 marzo 2008

JUICIOS DEL PREDICADOR EN TORNO A LA EXISTENCIA HUMANA (3.1--12.8)

Todo tiene su tiempo,
y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:

Tiempo de nacer
y tiempo de morir,
tiempo de plantar
y tiempo de arrancar lo plantado,

tiempo de matar
y tiempo de curar,
tiempo de destruir
y tiempo de edificar,

tiempo de llorar
y tiempo de reir,
tiempo de hacer duelo
y tiempo de bailar,

tiempo de esparcir piedras
y tiempo de juntarlas,
tiempo de abrazar
y tiempo de abstenerse de abrazar,

tiempo de buscar
y tiempo de perder,
tiempo de guardar
y tiempo de tirar,

tiempo de rasgar
y tiempo de coser,
tiempo de callar
y tiempo de hablar,

tiempo de amar
y tiempo de aborrecer,
tiempo de guerra,
y tiempo de paz.

¿Qué provecho obtiene el que trabaja de aquello en que se afana?

He visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin.

Sé que no hay para el hombre cosa mejor que alegrarse y hacer bien en su vida,
y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce de los beneficios de toda su labor.
Sé que todo lo que Dios hace es perpetuo:
Nada hay que añadir ni nada que quitar.
Dios lo hace para que delante de él teman los hombres.

Lo que antes fue, ya es,
y lo que ha de ser, fue ya;
y Dios restaura lo pasado.

Vi más cosas debajo del sol:
en lugar del juicio, la maldad;
y en lugar de la justicia, la iniquidad.

Y dije en mi corazón: «Al justo y al malvado juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace».

Dije también en mi corazón: «Esto es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y vean que ellos mismos son semejantes a las bestias».

Pues lo mismo les sucede a los hijos de los hombres que a las bestias: como mueren las unas, así mueren los otros, y todos tienen un mismo aliento de vida. No es más el hombre que la bestia, porque todo es vanidad.

Todo va a un mismo lugar;
todo fue hecho del polvo,
y todo al polvo volverá.

¿Quién sabe si el espíritu de los hijos de los hombres sube a lo alto, y el espíritu del animal baja a lo hondo de la tierra?

Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esa es su recompensa; porque, ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de venir después de él?

Eclesiastés 3 (Santa Biblia, Ed. Reina-Valera 1995)