sabato 8 luglio 2006

Il miracolo del Tramonto


Stranamente non c'era nessuno in acqua, ero io da sola in tutta la spiaggia, guardavo la palla del sole che s'immergeva dentro l'acqua e come per cortesia veniva a farmi compagnia.
E mentre io ero catturata dalla benevolenza infinita della natura, quel sole, cosí grande e splendido, faceva il bagno proprio con me.
Pian pianino spariva, e scendeva sempre di piú nella sua immersione tramontana.
Il cielo si fece rosa e azzurro, e una coperta di nuvole si posó nell'alto.
Non so perché qualcosa mi sconcentró: un altro visitante voleva fare il bagno con noi.
Mi girai per guardarlo ma non vedevo che la palla del sole
ovunque girassi la testa, solo il rotondo, giallo, del sole.
É cosí che succede quando vedi qualcosa di veramente grandioso e leggiadro che il suo riverbero ti impregna i sensi a tal punto che poi il resto delle impressioni rimangono impregnate da questa visione.
Giá niente é piú senza di essa.
Lei ti accompagna per il tempo.
Ma io guardavo quest'uomo, che entrava coi piedi nell'acqua
e si chinó per lavarsi la faccia, ed i suoi gesti mi sembravano un rituale familiare.
Era un corpo con al posto della testa: il sole.
Un uomo bellissimo, pensai.
Lo contemplavo dall'acqua che si stava facendo oscura, la linea dove finiva il mare e cominciavano le nuvole combaciava ormai. Era quel momento in cui la luce é un riverbero, ma il sole non era se non nei nostri ricordi, una di quelle magie, della natura in cui la logica perde i valori.
L'uomo con la testa di sole si gettó nell'acqua ed inizió a nuotare. Niente lo distraeva dal suo muoversi acquatico ed io riconobbi quei gesti di braccia prima una, poi un'altra, e la forza del loro alternarsi, lo muoveva velocemente.
La testa-sole era sott'acqua. Uscii per non raggiungerlo fino in fondo al mare.
Piansi e le lacrime si mischiarono con l'oceano: salate e purificate.
Quando uscii rimasi a seguirlo con gli occhi. Non era mica lui!
Il sole mi aveva accecata: era suo fratello, che da lontano rimase allibito all'accorgersi che non gli toglievo gli occhi di dosso.
Ci guardavamo da una distanza che ci faceva piccoli come fiammiferi, poi continuammo verso gli asciugamani e ci perdemmo di vista.
THE END

1 Comments:

Blogger Simo said...

De forma inusual no había nadie en el agua, yo estaba sola en toda la playa, mirando la bola del sol que se sumergía dentro del agua y como por cortesía venía a acompañarme.
Y mientras yo estaba capturada por la benevolencia infinita de la naturaleza, ese sol, tan grande y espléndido, se bañaba conmigo.
Despacito desaparecía, y cada vez más bajaba en su inmersión tardía.
El cielo se hizo rosa y azul, y una manta de nubes se puso en lo alto.
No sé porque, pero algo me desconcentró: otro visitante quería bañarse con nosotros.
Me di la vuelta para mirarle mas no veía si no la bola del sol. Doquiera girara la cabeza, solamente el redondo, amarillo, del sol.
Es esto lo que ocurre cuando ves algo de verdaderamente grandioso y hermoso, que su reverberación te llena los sentidos hasta que después, el resto de las impresiones quedan empapadas de esta visión.
Ya nada es sin ella.
Ella te acompaña en el tiempo.
Mas yo miraba este hombre, que entraba con los pies en el agua, y se agachaba para lavarse la cara, y sus gestos me parecían un ritual familiar.
Era un cuerpo con en lugar de la cabeza: el sol.
Un hombre bellísimo, pensé.
Le contemplaba desde el agua que se iba oscureciendo, la línea donde terminaba el mar y empezaban las nubes se confundían ya. Era ese momento en el que la luz es una reverberación, mas el sol no era si no en nuestros recuerdos, una de esas magias de la naturaleza en la que la lógica pierde todo valor.
El hombre con la cabeza de sol se tiró al agua y empezó a nadar. Nada lo distraía de su moverse acuático y yo reconocía esos gestos de brazos primero uno, luego el otro, y la fuerza de su alternarse hacían que el se moviera rápidamente.
La cabeza-sol estaba bajo del agua. Yo salí para no hallarlo hasta el fondo del mar.
Lloré y las lagrimas se mezclaron con el océano: saladas y purificadas.
Cuando salí me quedé a seguirle con los ojos. No era el!
El sol me había cegada: era otro, que desde lejos se quedó sorprendido al darse cuenta que no le quitaba los ojos de encima.
Nos mirábamos desde una distancia que nos hacía pequeños como fósforos, luego seguimos cada uno hacía su toalla y nos perdimos de vista.
THE END

6:28 PM  

Posta un commento

<< Home